sábado, 18 de febrero de 2012

La cara del porvenir

Siento que lo que me impulse a retomar ésto tras meses de inactividad sea la terrible noticia del incendio en la cárcel de Comayagua, Honduras que me ha movido entrañas que ni siquiera sabía que tenía por ahí dentro. Me tomo la libertad de enlazar el tema al blog de mi amigo, Miguel Ángel Vázquez, porque me parece que da la visión más real, humana y sensible que he visto desde que ocurrió la tragedia (otros medios preferirán siempre dar más líneas y minutos a la Copa del Rey o al Congreso del PP, claro está).
Por otra parte me gustaría citar algo de lo que escribe Pablo Ordaz en El País. Un análisis, según mi opinión y la de Álex Delgado, que lo cita también en su facebook, bastante acertado sobre lo que está sucediendo y lo que nos sucede. Para empezar, que se titule "Todos cómplices" ya dice mucho.

"No hay de qué extrañarse. En Honduras siempre mandan los mismos y mueren los mismos. En esta ocasión, la única diferencia es que, en vez de poco a poco, murieron todos de una vez, 355 presos, pisoteados, asfixiados, carbonizados, muchos de ellos sin acusación y sin condena, por supuesto sin escapatoria. No faltarán quienes digan que solo fue un desgraciado accidente. Y quienes –tal vez no en público— se atrevan a comentar que, al fin y al cabo, se trataba de malhechores. Dentro de unas horas, el mundo volverá a sus cosas y Honduras a las suyas, que son las de siempre: un país de ocho millones de habitantes –el segundo más pobre de América después de Haití- gobernado a su antojo por una decena de familias con dinero y sin conciencia."

Pero no quiero que nos quedemos en eso. Sin olvidarlo, quiero terminar con una foto de la otra cara de Honduras. La cara del porvenir, de la esperanza, de la fe sencilla y fuerte, de la lucha. Sonrisas así de lindas no se encuentran tan fácilmente...

El Guayabo, Honduras, agosto de 2011

domingo, 22 de mayo de 2011

NO VALE

Te digo que no vale
meter el sueño azul bajo las sábanas,
pasar de largo, no saber nada,
hacer la vista gorda a lo que pasa,
guardar la sed de estrellas bajo llave.

Te digo que no vale
que el amor pierda el habla,
que la razón se calle,
que la alegría rompa sus palabras,
que la pasión confiese: aquí no hay sangre.

Te digo que no vale
que el gris siempre se salga con la suya,
que el negro se desmande
y diga “cruz y raya” al júbilo del aire.
Vuelvo a la carga y te digo: aquí no cabe
esconder la cabeza bajo el ala,
decir “no sabía”, “estoy al margen”,
”vivo en mi torre, sólo y no sé nada”.
Te digo y te repito que no vale.

Agustín Millares Sall