sábado, 25 de abril de 2009

Pareja simpática

Héctor y Sofía

Le regard de l'espoir

Todos dicen que tiene las pestañas tan largas como su madre. Yo sólo se que su mirada es la que debe de tener la esperanza.

David, 19 de abril de 2009

viernes, 10 de abril de 2009

Norwegian wood

Fue una gran noche la de aquel día. Recuerdo el sabor dulce del vino. Era un vino pálido, frío, de esos que, según dicen, sólo puedes tomarlos acompañados de una buena mariscada. De esos que se pueden beber como si fuera limonada. Era delicado, fino, al igual que la brisa esa tarde. Ni siquiera había entrado la primavera, pero yo vestía como si estuviéramos en mayo. Llevaba una mariposa fruncida en la camiseta, a la altura de mi pecho, y sobresalía como si de un momento a otro fuera a echar a volar.

De aquella noche no recuerdo mucho más. Al día siguiente desperté con la boca seca y me martilleaba la cabeza. Llamé a mi amigo, aún dormía. Contemplé desde la cama mi ropa sobre la silla. La mariposa seguía allí, en mi camiseta, y pronto me di cuenta de que los últimos colores que recordaba de aquella noche eran precisamente aquellos: verde, azul y amarillo. Los colores de las alas de mi mariposa. Todo lo demás, tras la cena, estaba oscuro, fundido, ahogado en un vaso de whisky.

(…)

Estudiaba con empeño las apraxias, alexias, agrafias, afasias, la enfermedad de Alzhéimer y los ataques epilépticos, sin éxito alguno. Creo que al fin la mariposa había conseguido escapar de mi camiseta. Ahora estaba dentro de mí, sin parar de golpear mi estómago con sus alas azules, verdes y amarillas. Me empecé a sentir mal, salí a la terraza, me senté en una silla y cogí el libro que días antes me habías recomendado. Hacía sol. Me tranquilicé.

Tras leer unas páginas, seleccioné en el ordenador todas las canciones de Rubber Soul, de los Beatles y recliné la silla. Sonaba Norwegian Wood. Cuando quise darme cuenta, ya era la hora de cenar.

Aquella noche dormí cuatro horas. Me levanté pensando en lo fuerte que debía ser Iris para hacer eso continuamente durante la época de exámenes. Ahora ella dormía, era su tiempo de descanso, sin duda, muy merecido.

Estudié como una loca todo lo que me faltaba por repasar y marché a la facultad. Al salir del examen, saludé a mis compañeros y les comenté que me iba a casa a dormir. No podía más. Se extrañaron de que no quisiera tomarme una caña con ellos como de costumbre, pero no insistieron mucho. Creo que mis ojeras hablaban por sí solas.

Al despertar de mi larga y reconfortante siesta, me di una ducha y salí a la calle, aún quitándome las legañas. Iris me esperaba en la esquina. Por acto reflejo, miré el reloj. Las siete de la tarde. De repente me di cuenta de que tan sólo faltaban dos horas y la mariposa volvió a revolotear como si ella también se acabara de despertar de una buena siesta. Esta vez lo hacía con más fuerza.

Eran casi las 9 cuando me disponía a salir de casa. Me despedí de Iris y cerré la puerta de forma violenta. No esperé al ascensor. Bajé deprisa las escaleras mientras te escribía un mensaje disculpándome de antemano por llegar tarde.

De nuevo la mariposa comenzó a moverse sin parar. Esta vez no sólo en el estómago, sino en todo el cuerpo. Todo me temblaba como si de repente hubiera millones de clones de mariposa en mi cuerpo. Me acordé de la primera vez que quedé con un chico. Tan sólo tenía 15 años. Creo que desde entonces no había sentido tal nerviosismo y miedo a la vez.

Por fin llegué. De repente, tuve miedo de que no estuvieras o de que no fuera capaz de reconocerte. Pero no fue así. Todo transcurrió de forma mucho más sencilla a como lo había imaginado. Cruzar el primer saludo contigo, me alivió el nerviosismo. Aquel ejército de mariposas, casi sin darme cuenta, empezó a aletargarse.

Conforme avanzaba la noche, me sentía más cómoda y felicitaba a mi mente por haber sido más flexible en las últimas semanas.

De nuevo, me vi sentada en mi terraza. No hacía sol, ni estaba sola, ni leía un libro. Pero sonaba Norwegian Wood, esta vez de forma mucho más íntima, más tranquilizante. En ese momento hubiese querido sacar una grabadora, darle al REC y guardarla en la carpeta de canciones para momentos de estrés. Sin embargo, me tuve que conformar con archivarla en mi memoria. Quizás eso era más bonito. Pensé en la memoria selectiva, sin duda, ella estaba en REC.

Aquella noche, al acostarme, me sentía realmente cansada, pero creo que dormí durante toda la noche sonriendo. Sonreía, seguro que sí, porque estaba feliz. De repente había borrado todas mis preocupaciones, me sentía en paz. Algo que anhelaba desde hacía tiempo.

Por desgracia, la paz que inauguró el fin de semana no duró mucho y los siguientes dos días fueron totalmente diferentes. Todos los recuerdos amargos volvieron, de repente todos se había puesto de acuerdo para llegar a la vez, como si quisieran decirme: “Eh, chica, aquí estamos, todavía no nos has matado.” Quise, por un momento, exterminar mi historia y con ella a todas aquellas personas que aún trataban de mantener vivo un recuerdo estúpido y dañino. Quise borrarlas de mi vida para siempre, con goma o con típex, con lo que fuera, después arrugarlas bien y tirarlas en un contenedor azul por si alguien pudiera reciclarlas. Y así empezar de cero, en una hoja en blanco.

Me di cuenta de que contigo no me pasaba eso. Había estado realmente feliz aquella noche, porque contigo no recordaba nada, no existía nadie de por medio, ni siquiera teníamos amigos en común, ni lugares, nada. No había un nexo de unión. Hablar contigo era como andar por un camino paralelo a mi vida. A un lado quedaba todo lo que me dolía y nada se interponía en nuestra marcha. No tengo ni idea de tráfico ni de coches, pero esto me recuerda un poco al carril bus. El autobús hace su recorrido sin problemas de tráfico, paralelo a los atascos y las bocinas; sabe que en algún momento tiene que mezclarse con el carril de los coches, pero aun en ese momento, el señor conductor seguirá hablando con el asiduo pasajero sin importarles nada más porque lo único que tienen en común es ésa conversación, en ése autobús y en ése preciso instante.

Cuando me di cuenta de eso, me entraron unas ganas enormes de llamarte y decirte “Vámonos por ahí, salgamos, vamos a emborracharnos y a bailar sin parar durante toda la noche”, pero luego recordé que si tuvieras que elegir, elegirías antes un garito de bakalao que de reggaetón y se me pasaron un poco las ganas… Me empecé a reír sola. Aquella situación me recordaba a la relación de Midori y Watanabe cuando empiezan a ser amigos. Me acordé del momento en que van al cineX y ella piensa: “…en esas escenas a todos los presentes se les levanta. ¡Zas!, treinta o cuarenta penes poniéndose tiesos a la vez.” Qué absurdo. Nunca lo había pensado, pero tiene que ser muy divertido. Creo que Tokio Blues me ha afectado demasiado…

Ayer fue un día muy raro. Desperté muy triste y, al final, acabé llorando con Iris y con Murakami. De tristeza, de alegría, amor y desamor, emoción,… es igual, lloramos porque sentimos. No deja de ser necesario de vez en cuando.

En fin, no sé muy bien para quien estoy escribiendo esto. Probablemente nunca llegues a leerlo. Probablemente lo lea dentro de tres días y me parezca una chorrada. Probablemente nunca salga de la pantalla de este ordenador. Pero, da igual, ahora sonrío.

Hoy me he despertado con ganas de comerme el mundo. Acabo de terminarme Tokio Blues, lloro, río, creo en el amor. Cojo la goma y el típex, arrugo con fuerza todo lo que me hicieron creer tiempo atrás y lo tiro al contenedor azul.

Te imagino tocando y cantando en mi terraza, mientras yo pongo cerillas en el suelo por cada canción que suene. Fumamos y bebemos, llegas a tocar cincuenta y una canciones, Norwegian Wood varias veces.

Voy corriendo al salón. Iris trata de hacer papiroflexia. Apoyo el libro en la mesa. Le digo que lo lea. Me doy cuenta de cuánto la quiero.

Madrid, 16 de junio de 2008

jueves, 9 de abril de 2009

martes, 7 de abril de 2009

Deux heures à Bordeaux

glamour.

1. m. Encanto sensual que fascina.


turismo.

(Del ingl. tourism).

1. m. Actividad o hecho de viajar por placer.

2. m. Conjunto de los medios conducentes a facilitar estos viajes.

3. m. Conjunto de personas que realiza este tipo de viajes.









sábado, 4 de abril de 2009

Robert Doisneau



Corazón de tango

"A todos nos gusta que lo bueno dure siempre,
pero luego dura lo que tiene que durar,
normalmente más de lo debido."

Francis, Doctor Deseo.

http://www.deezer.com/track/1972970



jueves, 2 de abril de 2009

Elemental, querido Watson.


"When I hear you give your reasons", I remarked, "the thing always appears to me to be so ridiculously simple that I could easily do it myself, though at each successive instance of your reasoning I am baffled until you explain your process. And yet I believe that my eyes are as good as yours"

"Quite so", he answered, lighting a cigarette, and throwing himself down into an armchair. "You see, but you do not observe. The distinction is clear."



A scandal in Bohemia, The Best of Sherlock Holmes
Sir ARTHUR CONAN DOYLE










Cardiff - Manchester - Liverpool
Marzo 2009